lunes, 1 de noviembre de 2010

La carta a los hebreos

Podría parecer que este escrito es árido, pero leyéndolo con atención, uno se da cuenta que es una explicación paso a paso para lectores hebreos de cómo Jesús es en verdad el Sumo Sacerdote. Algunos miran en este escrito una gran homilía, y en verdad lo parece porque va interactuando con su auditorio. Al principio no menciona el nombre de Jesús, aunque habla del Hijo de Dios. El Hijo está por encima de los ángeles y tiene su trono a la derecha de Dios. Por medio del Hijo, Dios ha creado el mundo.
En el segundo capítulo se menciona a Jesús por primera vez. Si bien Jesús padeció y murió en la cruz,castigo que era aplicado a los que infringían la ley entre los romanos, no en vano le crucificaron con dos malhechores, pero, Dios Padre, lo coronó con gloria con su resurrección. Y así Jesús, siendo igual a los hombres, devino en Sumo y Eterno Sacerdote fiel y lleno de misericordia para el perdón de los pecados, por ser el mediador entre Dios y los hombres,
De hecho Jesús, es el Hijo de Dios, por tanto, superior a Moisés, el autor de la Ley y fundador del judaísmo. Jesús ha construido un nuevo Pueblo, de dos pueblos hizo uno solo, del pueblo judío y del pueblo pagano. Por ello, es necesario escuchar su voz y no vale caer en la tentación de rebelarse o escuchar a otro. La promesa para el que le escuche es entrar en su descanso, es decir, en el cielo.
La condición para entrar en el descanso eterno, es necesario creer en Jesús. Pues, Jesús es el Sumo Sacerdote, que se hizo hombre en todo, menos en el pecado, y creyendo en Jesús nos libramos de la condenación eterna a causa de nuestros pecados cometidos, encontramos la gracia de estar en la presencia de Dios y en el descanso eterno.
En el pasado el Sumo sacerdote de la Antigua Ley, cada año tenía que ofrecer el sacrificio de un cordero, en cambio Jesús el Sumo y Eterno Sacerdote se ofreció a sí mismo de una vez para siempre. Ya no hace falta más sacrificios. Con su sacrificio, Jesús, trajo la salvación eterna a los que prestan obediencia a sus palabras.
Los que se han bautizado han de valorar el don que han recibido por la fe. Han recibido el Espíritu Santo y han escuchado la Palabra de salvación. No basta haber recibido el don, es necesario permanecer fiel hasta el fin. Y así, obtendremos la vida eterna.
En el Antiguo Testamento se habla de dos tipos de sacerdocio: el de Melquisedec y el de Aarón. El de Melquisedec no tiene genealogía, es eterno, y se parece al Sacerdocio de Jesús. Jesús tiene un sacerdocio santo, es el sacerdote de la Nueva Alianza, es inmaculado, exaltado a la categoría de Dios, y no tiene fin; su sacrificio ha sido de una vez para siempre. No hacen falta más sacrificios.
Con Jesús, ya no hace falta la tienda de la Antigua Alianza para ofrecer culto a Dios con animales, sino que es el mismo Jesús, quien derrama su cuerpo y su sangre, para quitar los pecados, y vendrá por segunda vez para salvar a todos los que han creído en El y han permanecido fieles cuando llegue ese momento.

Mientras tanto, a los que siguen a Jesús se les pide buenas obras, sin abandonar la fe y la esperanza. Así como Jesús padeció rechazo, así también los seguidores de Jesús, han de ser probados en el dolor y el rechazo. Aquí es necesaria la paciencia y la resistencia. Hay que procurar la paz, evitar las peleas, y ofrecer la propia vida a Dios.

El cristiano está llamado a practicar las virtudes y evitar los vicios. Sin olvidar lo que han aprendido de la nueva fe. Aceptar el sacrificio en nombre de Jesús. La salvación eterna está por venir hay que mantenerse perseverantes.

En verdad, hay muchas otras cosas para reflexionar y aprender en esta llamada carta.

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