jueves, 9 de julio de 2009

EDUCACIÓN: UNA ACCIÓN PERMANENTE

El educador tiene el imperativo de hacer que la educación sea una acción permanente, vuelta hacia las realidades de la vida, basada en el pasado y al mismo tiempo mirando hacia una educación de calidad, como producto final. El ideal que se procura es unir la teoría y la práctica. Tampoco se puede realizar todo en nuestras Escuelas, por razón de circunstancias especiales, como la pobreza extrema, la desintegración familiar, la falta de trabajo digno para los padres de familia. No obstante, hay varios medios al alcance del profesor, tanto de la zona urbana, como de la zona rural.
Motivando el aprendizaje seremos capaces de cooperar con la renovación educativa. Al dejar al alumno construir su propio aprendizaje y siendo los promotores de él, llegaremos a una Escuela dinámica, rica en experiencias, ligada a la verdad y a la realidad, de modo que nuestros alumnos sean capaces de comprender la vida y de trabajar mejor en beneficio propio y el de su prójimo.
La escuela debería estar más articulada con la vida comunitaria-religiosa, política, económica, artística cívica y lúdica –del País. La escuela tiene que enseñar a vivir y no a sobrevivir. La escuela tiene que impulsar al alumno hacia una sociedad de producción de bienes y materiales que ayuden a la mejora de la calidad de vida.
Como creemos en la teoría que afirma “el hombre es un ser, es un todo”, no se puede dejar de lado esta noción tan importante y, así mostrar la experiencia personal como educadores con la formación integral del ser humano: la dimensión afectiva, la dimensión cognoscitiva y la dimensión volitiva.
Ciertamente, cada cual tiene una experiencia docente, métodos y técnicas que ha usado y usa en el aula con sus alumnos, ese el presupuesto del que tenemos que partir. De lo que se trata es de reflexionar juntos para ayudarnos en la tarea de la educación que es un proceso en construcción, en continua formación, para la búsqueda de la felicidad del hombre.
También, hay que reflexionar, apoyados en el libro de Miguel Lucas, un agustino que trabaja por muchos años en el Brasil, que habla sobre el arte de enseñar y de aprender, teniendo a san Agustín como modelo.
Es posible, que, para algunos educadores la contribución de san Agustín al acto de enseñar y al proceso de aprendizaje en general les suene raro. Sin embargo, en muchas de sus enseñanzas se encuentran similitudes con los puntos de vista de educadores de nuestro tiempo como Blomm[1], Cousinet[2], Piaget[3], Vigotsky[4], entre otros.
Muchas ideas y estrategias que se ofertan como rigurosas novedades en el mundo de la pedagogía y de la psicología no son más que recurrencias agustinianas en clave de modernidad.
Tres de sus obras se refieren específicamente al tema de la educación: El libro Del Maestro, De la Doctrina cristiana y Catequesis de principiantes.
San Agustín habla de que hay que dejar al alumno construir su aprendizaje, mediante el desarrollo de las funciones o habilidades cognoscitivas. De tal modo que a través de la comprensión, reflexión y interioridad, el alumno pueda pensar y actuar sobre el mundo físico y social de manera crítica y creativa.
El Maestro Externo no es propiamente un “maestro” sino un “ministro”. El verdadero Maestro es la Verdad –Dios mismo- “que habla”.
Escribe Agustín: “Tenemos todos un sólo Maestro. Y, bajo él, somos todos condiscípulos. No nos constituimos en maestros por el hecho de hablar desde una cátedra. El verdadero Maestro habla desde dentro” (Sermón 134, 1,1).

Cuando los maestros explican las disciplinas que profesan incluidas la virtud y la sabiduría los que se llaman y son discípulos de verdad consideran dentro de si y contemplan, según sus fuerzas, lo que han oído de ellos y los contrastan con la verdad interior. Sólo entonces aprenden. Y cuando dentro de sí descubren que les han dicho la verdad, alaban a sus maestros sin darse cuenta de que, más que a maestros, alaban a hombres instruidos”…Se equivocan, pues los hombres llamando maestros a quienes, en realidad, no lo son, confundiendo, por su simultaneidad la acción externa que les estimula y provoca y su propia reacción interior. Como entre la admonición del que habla y el aprendizaje interior no hay apenas intervalo de tiempo, creen haber aprendido desde afuera lo que sólo desde adentro se puede aprender. (Del Maestro 14, 46).
Todo el conocimiento, para Agustín, se construye a partir de esa experiencia interior del sujeto. Por eso, puede decir que la Verdad se impone por sí misma, habla más alto que todo discurso y se constituye como juez de lo que enseñan exteriormente maestros y profesores.
La escuela tiene que enseñar a vivir. Para san Agustín las facultades o habilidades cognoscitivas deben ejercitarse con un determinado contenido significativo. Este contenido debe ser establecido por la totalidad de los profesores que trabajan en un determinado programa escolar, articulado con el desarrollo de la ciencia, con la cual trabajan, en el contexto de la sociedad contemporánea en que vivimos y en la elaboración de valores y actitudes que, libre y responsablemente, guíen la conducta personal y comunitaria del alumno.
Para ilustrar esto, veamos primero lo que dice san Agustín sobre la necesidad de trabajar articulados con el desarrollo de la ciencia y en el contexto de sociedad contemporánea: “Afirman algunos que nada se puede corregir si no se demuestra que antes estaba mal hecho, o bien que no debe cambiarse con razón suficiente según la oportunidad de los tiempos. Bastará citar algún ejemplo para confirmarlo… ¿Cuántas veces se cambia nuestra edad? La infancia se va para no volver y cede el paso a la adolescencia. La juventud sucede a la adolescencia, que se va también. Llega la vejez y termina con la muerte lo que fue la juventud. El maestro propone al adolescente cosas diferentes de las que le proponía cuando era niño”.
Vindiciano, un gran médico, fue consultado por un paciente. Ordenó que aplicase a sus dolores lo que parecía oportuno para el tiempo. Se lo aplicaron y recobró la salud. Unos años más tarde surgió la misma causa corporal, y pensó el paciente que no tenía que pensar en otro remedio. Se lo aplicó él mismo, y empeoró. Maravillado, recurrió al médico y le contó el suceso. Pero el médico, que era agudísimo, le respondió así: “Te lo has aplicado mal, porque yo no lo ordené”, para que todos los que lo oyesen y lo conocieran poco creyesen que no curaba por arte de medicina, sino quién sabe por qué oculta virtud. Pero, habiéndole consultado más tarde algunos quedaron estupefactos con su respuesta, les declaró lo que no habían entendido, a saber: que en aquella edad no hubiese recomendado semejante remedio. Ya ves cuánto vale cambiar las cosas según la variedad de los tiempos en conformidad con la razón y las artes, aunque éstas no cambien.
Luego no es verdad lo que se dice, a saber, que lo que una vez está bien hecho no se ha de cambiar. Porque, cambiada la causa temporal, la razón verdadera exige, por lo general, que se cambie lo que antes estaba bien hecho. Alguien puede decir que no estaba bien hecho si se cambia. Por el contrario, la verdad clama que no se hace bien si no se cambia. Ambas cosas estarán bien hechas si son diversas según la variedad de los tiempos. Puede acaecer al tiempo en diversidad de personas que a una le sea lícito hacer impunemente lo que a otra no le es lícito, no porque se distinta la materia, sino porque es distinta la persona. Eso mismo puede ocurrir en una misma persona en tiempos diversos, de modo que a veces convenga hacer una cosa y a veces no convenga; y no porque la persona sea distinta de sí misma, sino porque es distinto el tiempo. (Carta 138, 1,2,4).
Para conseguir la formación de valores y actitudes dice san Agustín, que la acción del profesor debe rezumar amor: “El buen maestro debe dar con amor a sus alumnos el alimento apropiado para que llegue el día en que, habiendo crecido, ellos mismos puedan buscar su propio alimento” (Sermón 23, 3,3).
“Teniendo, pues, ante tus ojos este amor, propuesto para ti con la finalidad al que enfoques todo cuanto digas, aquello que expliques, hazlo de forma que tu oyente, al escucharte, acepte la fe: con ella espere y con la esperanza, ame” (La instrucción de los Catecúmenos 4, 7).
San Agustín, sobre la educación integral del ser humano, dice: “Para lograr su madurez, el hombre necesita un cierto equilibrio entre estas tres cosas: talento, educación y experiencia” (Ciudad de Dios 11, 25).
San Agustín habla de la educación como un proceso inacabado en continua formación.
“No debería ser necesario que yo os diga cosas nuevas. Es cierto, sin embargo, que nosotros debemos ser nuevos y no dejar que lo viejo se convierta en obstáculo. Debemos crecer y desarrollarnos…Ciertamente, no avanzamos si regresamos a nuestra antigua situación, pero sí si crecemos en la novedad que poseemos” (Discurso sobre los salmos 131, 1).
Que tu presente situación te deje siempre insatisfecho, si quieres llegar a lo que todavía no eres. Pues cada vez que te sientes satisfecho de ti mismo dejas de progresar. Sigamos, pues, marchando, yendo hacia adelante, caminando hacia la meta. No te pares en el camino, no vuelvas atrás, no te desvíes de la ruta. Párase quien no avanza, vuelve atrás quien vuelve a las cosas de la que se había separado” (Sermón 169, 18).
San Agustín también habla de cómo motivar el aprendizaje para cooperar en la renovación educativa.
Resalta la importancia de la alegría que debe manifestar el educador y el educando: “El hecho es que somos oídos, con mayor placer, cuando a nosotros mismos agrada nuestro trabajo: el hilo de nuestra locución es tocado por nuestra alegría y se desenvuelve más fácil y más inteligible…La gran preocupación reside en la manera de narrar, para que aquel que enseña, quien quiera que sea lo haga con alegría: tanto más agradable será la narración, cuanto más pueda alegrarse el educador” (La Instrucción de los Catecúmenos 2, 4).
A partir del conocimiento profundo de los alumnos, el educador debe establecer una comunicación cordial, un clima de alegría y de buen humor, de simpatía y cálida amistad, transparencia del amor de Dios para con los hombres.
La caridad, el amor cristiano, es la condición indispensable para que el proceso de aprendizaje se realice con gozo.
Pedagógicamente esto es muy importante porque cuando nuestros discípulos se dan cuenta que nosotros los amamos, enseguida abren sus corazones para recibir nuestros sentimientos; se establece, entonces entre quien habla y quien escucha, una íntima correspondencia de amorosos sentimientos, que siempre despierta la alegría de uno y la atención del otro, llegando a construir una fuerte fusión de almas: “Cuanto más amemos a nuestros alumnos, tanto más desearemos que aprovechen nuestras enseñanzas y, así tanto más empeño pondremos en enseñarles aquello que necesitan” (La instrucción de los Catecúmenos 10, 14).
San Agustín, tiene como preocupación, para terminar, adecuarse a los alumnos: “Soy impresionado de forma muy diversa, según veo ante mí, para ser instruido, un hombre culto, un infeliz, un hombre libre, un caminante, un rico, un pobre, un simple ciudadano, una persona de respeto, al que ostenta un cargo público, de una familia o de otra, de esta o de aquella edad o sexo, de estas o de otras ideas, formado en ese o aquel error popular… Y según la diversidad de mis impresiones, mis palabras mismas empiezan, continúan y terminan” (La Instrucción de los Catecúmenos, 15, 23).

[1] Con la taxonomía de Blomm, se quiere lograr que el alumno, después, de un proceso de aprendizaje, debe haber adquirido nuevas habilidades y conocimientos. Cf.: (http://www.eduteka.org/TaxonomiaBloomCuadro.php3 )
[2] Según Cousinet, el niño es su propio educador y sobre él se ha de actuar respetando en todo momento su iniciativa y libertad. Cf. http://www.labiografia.com/ver_biografia.php?id=716
[3] Para Jean Piaget, la evolución de la mente comporta un doble proceso casi biológico: el de la asimilación –en el que las nuevas experiencias se enraízan en las estructuras preexistentes- y el de la acomodación –según el cual las estructuras preexistentes se adaptan a las nuevas experiencias-.

[4] Vigotsky, manifiesta que sólo los seres humanos poseen la capacidad de transformar el medio para sus propios fines. Cf. http://www.monografias.com/trabajos14/vigotsky/vigotsky.shtml