martes, 1 de septiembre de 2009

BAUTISMO DE JESÚS EN MARCOS

El teatro de acciones de Juan, según los entendidos, es el desierto y muy cerca del río Jordán. Un milagro que haya un río cruzando ese árido desierto. Lo puedo afirmar porque lo vi con mis propios ojos, la vegetación se yergue desde las orillas de este pequeño río, si lo comparo con el marañón de mi selva amada, es apenas una quebrada. Allí mismo tuve la oportunidad de renovar mi bautismo.

Mas la vida no sería posible, es este lugar del mundo, sin este río que cruza este inmenso desierto. Por ello, es llamada en el Antiguo Testamento, tierra que mana leche y miel. Cómo puede decir lo contrario el hombre del desierto que solamente ve rocas y desierto. Esta es también la razón por la que pueblos y generaciones de generaciones han luchado y luchan hasta hoy para poseerla.

Hasta estos parajes se dirige Jesús para recibir el bautismo de Juan, aunque para Jesús no es extraño ver la vegetación, pues, lo veía en Nazareth, el lugar donde pasó desde sus primeros años hasta la juventud junto a José y María; allí los campos brillan con el dorado trigo hasta el día de hoy.

Sin más solemnidad que su propio camino histórico, Jesús, llega hasta Juan y recibe el Bautismo. Según Marcos, Juan vio como mientras los cielos se abrían el Espíritu descendía como paloma sobre Él. Marcos no dice más. No dice para los curiosos que se introdujo en el cuerpo de Jesús, o que se posó sobre Jesús. Nada. El Espíritu descendía sobre Él y vino una voz de los cielos que decía: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido”.

Desde lo alto, tal como los contemporáneos de Jesús concebían, lo alto es el lugar donde Dios moraba. Jesús, según esto, es amado por Dios y es motivo de complacencia.

Lo que sigue es que Jesús, fue impulsado por el Espíritu al desierto, donde estuvo cuarenta días siendo tentado por el adversario del hombre, Satanás. Estaba entre las fieras y los ángeles le servían. Marcos no da más detalles. Lo que queda claro es que Jesús fue probado por Dios en el desierto.

Un hombre señalado por Dios, como Jesús, es servido por los ángeles. Como hemos aprendido de pequeños. Los ángeles siempre están a nuestro lado para ayudarnos. Eso mismo es lo que hacen por Jesús.

Marcos no anticipa nada, Jesús, simplemente es servido por los ángeles, no dice que le servían porque era el Hijo de Dios. Aunque ya le dio este título en el primer versículo.

No vamos a discutir, de si Jesús necesitaba o no, de este bautismo. Simplemente recogemos el dato que fue bautizado por Juan y que, ahora es impulsado al desierto, durante cuarenta días. Como cuarenta fueron los años que los israelitas vagaron por el desierto después de haberse liberado del yugo de la esclavitud egipcia, como cuarenta fueron los días que tardó el diluvio en tiempos de Noé, cuarenta días Moisés subió al monte para orar.

Es así como Jesús se prepara para iniciar su gran misión.