martes, 10 de mayo de 2016

Lavando Platos

Miguel y sus compañeros llevan más de treinta minutos esperando la pequeña embarcación para viajar hasta Nauta, la Capital del Distrito de Loreto, en la Selva peruana. Ellos quieren llegar con anticipación a una capacitación que se realiza a inicios de cada año. Antes, Reyner fue a buscar en  su parcela un racimo de plátanos. Josué, por su lado se fue a pescar, ahora lleva consigo cinco kilos de pescado seco. Miguel se ha conseguido medio saco de mandioca de un sembradío que tiene en la parte alta de la rivera del río Pucate. todo ello, incluyendo el equipaje de cada uno con ropa de vestir y de dormir. Mientras esperan, comentan el último partido de fútbol que jugaron el domingo pasado con el equipo de Peña Negra.
También se dan tiempo para comentar que en esta oportunidad, por coincidencia, prepararon maletas, previendo una semana fuera de casa. esto no sucedía hacía tres años.
Josué: Pensar que antes ni se me ocurría saber si tenía ropa limpia, porque mi mujer, siempre que yo le pedía, me lo alcanzaba.
Miguel: Es que así no han educado, la mujer está para lavar, para limpiar la casa, para cocinar, para lavar platos, para cuidar a los hijos, encima si lo haces, los vecinos te dicen: "Pisado", "Saco largo",
"Chancletudo", todo aludiendo a quehaceres propios de la mujer.
Reyner: Pero ese curso de autoestima que hemos recibido, francamente me ha hecho caer en la cuenta que uno crece con muchos prejuicios, con muchos temores, con ideas tergiversadas.
Miguel: Sí, claro, antes yo no valoraba a mi mujer, le tenía, sin darme cuenta, como un simple objeto, es más, cuando regresaba a casa con mis tragos encima, la maltrataba, la golpeaba; cuando no me gustaba la comida que ella preparaba, la despreciaba delante de mis hijos, me gustaba siempre tener la razón en todo, no le daba el lugar que le corresponde. Para mí, ella no pensaba, no sentía, no opinaba, antes bien obedecía lo que yo decía. Yo estaba seguro que eso que yo hacía, era lo correcto, lo que debía hacer como el hombre de la casa.
Josúe: A mí me chocó bastante, la primera vez que llegué al CENTRO DE CAPACITACIÓN CAMPESINA, era eso que nos indicaron que para agilizar el trabajo se había organizado diversos grupos y, para variar nos dijeron que también debíamos lavar platos después de comer, tender la cama, lavar la ropa después de trabajar en el campo, limpiar los ambientes escoba en mano.
Reyner: Antes eso, ni se me ocurría pensarlo siquiera, ni cuando mi Rosalía se enfermaba me ponía a cocinar, le pedía a mi madre que lo hiciera. Pero no era porque no sabía hacerlo, porque cuando iba de cacería yo mismo preparaba mi pango de carne del monte, mi caldo de guacamayo, lo hacía todo, hasta lavaba mi ropa. Lo que sucedía era que siempre me habían dicho que cocinar, lavar, barrer en la casa era cosa de mujeres,
Josúe: Fíjate que esas cosas lo aprendimos cuando estábamos en el ejército, sin embargo lo hacíamos para evitar ser golpeados por los sub oficiales, para no seguir haciendo ranas, canguros y todo ese tipo de maltratos que se acostumbran en los cuarteles.
Miguel: Cómo han cambiado las cosas en nuestra vida, ahora mis hijos piensan distinto, actúan distinto, incluso han diseñado un rol para lavar platos, para limpiar la casa. Yo mismo hasta he dejado de beber alcohol, lo que sí no he perdido es mi alegría de vivir. Ahora no voy a descansar hasta mejorar la producción de Camu Camú con la colaboración de toda mi familia. Estamos unidos mis hijos y Margarita, mi esposa.
Reyner: No te preocupes, cuando quieras organizar una minga para deshierbar las matas de Camu Camu, avísame y te daré una mano.
Josué: Yo también.
Así, estaban reflexionando, haciendo hora, hasta que se escuchó el sonido de los motores de la lancha. Josué sacó su camisa y comenzó a hacer señas para que el práctica de la nave sepa donde acoderar la lancha. Se percibía que cada uno de los amigos se habían quitado los prejuicios y después de templar sus respectivas hamacas, se echaron a leer el último número de KAMATAHUARA que hacía poco llegó en el peque peque de las cinco de la tarde.
El machismo no es otra cosa como el comunismo, el socialismo, el capitalismo, es un decir, un tipo de extremismo que olvida al hombre o a la mujer y hace prevalecer una ideología.
El comunismo hace prevalecer los intereses del Estado y del Partido de Turno a los legítimos derechos de los obreros a asociarse libremente, a tener un credo religioso, una remuneración justa y todos los derechos de la persona para vivir dignamente.
El capitalismo, hace prevalecer el capital, la producción, los medios de producción al trabajador. Es decir, vale más cuidar la inversión, la producción y no la salud y el bienestar del trabajador. El empleado no recibe lo justo, solamente derecho a un sueldo mínimo, a un seguro social que cada vez más despersonaliza a los asegurados, los trata como máquinas, olvidando el verdadero bienestar del empleado. No obstante, es bueno el trabajo comunitario. Es bueno hacer producir el capital. Sin embargo, en primer lugar tiene que estar la persona humana.
El hombre y la mujer tienen el derecho a ser sujetos de justicia y bienestar y, no simples objetos de la producción.
Tanto el hombre como la mujer tienen derecho a realizarse como personas, cada uno con las cualidades que le son propios, evitando extremismos como el machismo o el feminismo. Todo en su lugar y al tiempo que le corresponde. El hombre y la mujer tienen los mismos derechos y los mismos deberes en la sociedad.
Un hombre si lava platos, por eso, no es menos hombre y por el contrario la mujer que conduce un Trailer, no menos mujer, menos femenina. El hombre y la mujer se necesitan el uno al otro. El hombre que no respeta a la mujer tampoco sabrá respetarse a sí mismo.