lunes, 29 de junio de 2009

PEDAGOGÍA DIVINA DE LA IRONÍA

En la genealogía de Jesús, según Mt 1, 1ss, aparecen algunos personajes que llaman la atención: el primero es Jacob (Mt 1, 2), la segunda es Tamar (Mt 1, 3); la tercera es Rajab (Mt 1, 5); la cuarta es Rut (Mt 1, 5); la quinta es la mujer de Urías (Mt 1, 6); y por último están José y María (Mt 1, 16).

JACOB

De Jacob, es conocida la historia que robó la bendición a su padre, (Gen 27, 19-30) haciéndose pasar por su hermano Esaú con la complicidad de su madre, Rebeca, quien prefería a Jacob antes que a Esaú.
Precedentemente, Jacob compró la primogenitura a su hermano Esaú, por un guiso de lentejas[1].
La historia de la salvación continúa gracias a la estratagema de de Jacob y su madre, no se interrumpe.
Por esta acción, el Señor, no maldijo la acción de Jacob como el mismo lo temía y menos su padre Isaac (Gen 27, 12)
Rebeca misma ayudó a preparar el guiso que le gustaba a Isaac. Igualmente, buscó en el ropero de Esaú, una de sus mejores vestiduras con las que se presentó ante su padre para pedirle la bendición.
Isaac, al comprobar que, la voz era de Jacob, y no de Esaú, las vestiduras tenían el aroma de Esaú, los brazos los tenía llena de vellos -pero esos vellos eran de la piel del cabrito que Jacob mató para preparar el guiso a su padre -, se propuso a bendecirlo. Antes quería comer el guiso que le había preparado.
Cuando su Isaac comió el guiso, Jacob recibió la bendición de su padre. Lo que aseguraba que el primogénito, de Jacob, sería el que continuaría la línea de la descendencia de Isaac y no así el primogénito de Esaú. Jacob engendró a Judá de su unión con Lía (Gen 29, 35)

TAMAR (Gen 38, 6-30)

Tenía, Tamar, por derecho, que el tercer hijo de Judá, llamado Sela, fuera su marido, no obstante que con ella ya habían muerto dos de sus hermanos.
El primogénito, llamado Er, a quine Judá le buscó como esposa a Tamar, murió porque a los ojos del Señor, era muy malo (Gen 38, 7).
El segundo, llamado Onán, a quien Judá, le dijo: “Cásate con la mujer de tu hermano, y cumple con ella tu deber como cuñado, procurando descendencia a tu hermano”[2] (Gen 38, 8).
Como “Onán sabía que aquella descendencia no sería suya, si bien tenía relaciones con Tamar, derramaba su semen en tierra para no dar descendencia a su hermano” (Gen 38, 9) Por esta razón, también a Onán, Dios le quitó la vida.
Es así que, Judá, suegro de Tamar, prefirió negarse darle como marido a Sela, el último de sus hijos, temiendo que él muera como sus hermanos.
La astucia de Tamar, consistió en hacerse pasar por prostituta a la entrada de la ciudad Enaim que está camino a Timnat, a donde se dirigía su suegro Judá. Judá al verla con el rostro tapado, creyendo que era una ramera le pidió estar con ella, pero al no tener como recompensarle le dejó su sello, su cordón y el báculo, con la condición de que a su regreso le mandaría un cabrito.
No ocurrió tal cosa, pues, al regreso el amigo que recibió en encargo de Judá para hacerle llegar el cabrito, tal como habían quedado, no encontró más a la supuesta prostituta, por más que preguntó le contestaron que allí nunca vieron una prostituta. Tamar concibió de aquella relación.
Al poco tiempo cuando en la comunidad de Tamar se enteraron que esperaba un hijo, según la Ley, ella debía morir (Dt 22, 22) quemada por haber concebido un hijo producto de la fornicación (Gen 38, 24). Pero, ella mandó a decir a su suegro: “Del hombre a quien pertenecen estas cosas estoy en cinta. Y añadió: te ruego que examines y veas de quién es este sello, este cordón y este báculo”.
Entonces, Judá los reconoció, y dijo: “Ella es más justa que yo, por cuanto yo no la di por mujer a mi hijo Sela”. De esta relación furtiva nacieron mellizos: Zara y Fares. Y Fares forma parte de la genealogía de Jesús. En realidad ambos debían morir, es decir, tanto Judá como Tamar (cf. Lv 20, 12)

RAJAB (Josué 2, 1ss)

A Rajab, una ramera[3], se la recuerda por haber ayudado a los exploradores a reconocer el territorio, especialmente Jericó (Jos 2,1), antes de la conquista liderada por Josué.
Ella escondió a los exploradores, mientras los hombres del pueblo los buscaban para matarlos.
Por ello, los exploradores le dijeron que ella se salvaría del exterminio cuando Israel haya invadido aquel territorio (Jos 2, 14), pero para eso dejaría en su ventana un cordón de hilo escarlata, a fin de que los soldados no destruyan su casa. Y eso es lo que sucedió (Jos 2, 21; 6, 17; 6, 25).
Rajab fue madre de Booz, quien se uniría con Rut para engendrar a Obed, otro de los descendientes dentro la genealogía de Jesús según el evangelio de Mateo.



RUT

La nuera de Noemí, llamada Rut, huía de su pueblo junto a la otra nuera de Noemí, llamada Orfa, pues se habían quedado desamparadas[4], ya que sus maridos murieron… por el camino, Noemí dijo a sus nueras: “vuelvan a la casa de vuestra madre” (Rut 1, 8) Orfa, habiendo escuchado eso se fue de regreso a la casa de su madre (Rut 1, 14-15)
En cambio Rut le dijo: “No insistas que te deje o que deje de seguirte; porque adonde tú vayas, iré yo, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios” (Rut 1, 16) De hecho, le siguió hasta que llegaron a los predios de Booz, pariente de Noemí. Allí se quedaron, juntando las espigas que dejaban los segadores, regados por el campo. Pero antes de Booz había otro pariente más cercano, este no quiso comprar las tierras de Elimelec, ni redimir a Noemí y su nuera Rut (Rut 4, 5ss) Por ello, Booz compró las tierras de Elimelec y, redimió tanto a Noemí como a su nuera Rut: “he adquirido a Rut la moabita, la viuda de Mahlón, para que sea mi mujer a fin de preservar el nombre del difunto en su heredad, para que el nombre del difunto no sea cortado de sus hermanos, ni del atrio de su lugar de nacimiento”. (Rut 4, 10) De esta unión nació Obed, también presente en la genealogía de Jesús de Nazareth.

LA MUJER DE URÍAS

Una de esas tardes mientras el rey David, se paseaba en el terrado del palacio real, Betsabé, la mujer de Urías, se bañaba después de que hubieron pasado los días de su menstruación. El rey la vio, y la mujer era de aspecto muy bello, David envió mensajeros y la tomó. Después se acostó con ella (2Sa 11, 1-4)
Sabiendo, que era la mujer de Urías, el rey le mandó, igualmente, a llamar a Urías para invitarle a estar en su casa. Sin embargo, Urías no quiso ir a su casa. Cuando David se enteró mandó a decirle: ¿Por qué no bajaste a tu casa? Urías respondió: “El arca, Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor Joab y los siervos de mi señor acampan a campo abierto. ¿He de ir yo a mi casa para comer, beber y acostarme con mi mujer? Por tu vida y la vida de tu alma, que no haré tal cosa”. (2 Sa 11,11)
En aquel momento, David dijo a Urías: “Quédate aquí hoy también, y mañana te dejaré ir. Y se quedó Urías en Jerusalén aquel día y el siguiente”. (2 Sa 11, 12) Mientras tanto David lo invitó a comer y a beber con él, y lo embriagó. Pero Urías no descendió a su casa.
Al día siguiente, en secreto una carta y la envió por mano de Urías, donde mandaba a sus comandantes a que “pusieran a Urías en primera fila de la batalla más reñida y retírense de él, para que sea herido y muera” (2 Sa 11, 15) Desde luego, allí murió Urías.
Cuando Betsabé se enteró de la muerte de su marido, hizo duelo por Urías. El rey se quedó con Betsabé para siempre y engendró en ella a Salomón, quien sucedió en el trono a su padre David[5].


JOSÉ Y MARÍA

La historia de José y María, quizás es la más conocida de todas las anteriores. María era la prometida de José, y en ese ínterin, antes que José llevará a María a casa como su esposa. “Y el nacimiento de Jesucristo fue como sigue. Estando su madre María desposada con José, antes de que se consumara el matrimonio, se halló que había concebido por obra del Espíritu Santo”. (Mt 1, 18)
De hecho, José, la tomó como esposa a María, “no queriendo difamarla, quiso abandonarla en secreto”. (Mt 1, 19) Esto hizo porque recibió un mandato del Señor, en sueños[6]: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo. Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados.” (Mt 1, 20-21)
Para la sociedad hebrea, la concepción de María era condenable, la misma María, debía morir[7] apedreada. Y José tenía todo el derecho de repudiarla[8].

COROLARIO
Sin duda en la historia de la salvación, hay hechos que llaman poderosamente la atención, como es el caso de la genealogía presentada por Mateo[9], aparecen nombres, que si queremos juzgarlo con los ojos de ahora, o con los ojos de los tiempos de Jesús, en el primer caso sería un tremendo anacronismo. En el segundo caso, sería motivo de escándalo. Pues, el mismo José quería dejar a María en secreto para no difamarla.
Sea lo que sea, ahí está la genealogía, contra viento y marea, es el árbol genealógico de Jesús. Se puede decir que cuando Dios elige a alguien no lo hace siempre por sus buenas cualidades, sino ante todo y sobre todo por su infinita gracia. Hace el bien sin mirar a quien, reparte su gracia a quien quiere y como quiere.
Tal como la Biblia presenta los hechos, los personajes no son señalados por nadie, ni condenados por nadie. Están ahí y hablan por su cuenta. Jacob podría haber recibido la maldición de su padre y con ella la maldición del mismo Dios. Pero nada de eso ocurrió. La historia siguió su curso. Sin que Esaú pueda hacer algo para revertir la situación. Isaac bendijo a Jacob y nadie revocó esta bendición.
Tamar, como cualquier mujer de su tiempo, quiere ser madre, para no ser tomada como seca, como estéril, como maldita por Dios. Judá, su suegro quiere impedirlo, mediando el temor, de no tener descendencia, no lo logra. Tamar concibe haciéndose pasar por ramera y llega a ser fecunda. Los hombres de su tiempo quieren desaparecerla quemándola. Al final quien reconoce que ha obrado mal es Judá, el suegro de ella.
Rajab, una prostituta, irrumpe en la historia de la salvación, primero protegiendo a los espías de Josué y después siendo la madre de Booz. Una prostituta, no judía, se salva a si misma y a su familia por favorecer la conquista de la tierra prometida por Yahveh.
La historia de Rut, una moabita, es decir, extranjera, por la fidelidad con su suegra, es premiada con la fecundidad. Nunca pierde la esperanza, no obstante que Noemí ya no tenía más hijos y tampoco posibilidad de procurarle un marido casándose de nuevo. Se une en matrimonio con un familiar de segunda línea de Elimelec su suegro, Booz, pues, el primero se negó para no perjudicar su propia descendencia. Y llega a ser la madre de Obed.
La mujer de Urías, el rey David comete un crimen al eliminarle a su marido Urías. Betsabé, como es su nombre, llega ser la madre de Salomón, sucesor de David. Aquí también la continuidad de la historia se potencia con una situación de pecado. El rey comete adulterio uniéndose con una mujer casada. El rey comete un crimen para quedarse con la mujer de Urías.
Todo esto dice una sola cosa, que la encarnación del Hijo de Dios es tal, que se hace pecado con los pecadores, para redimirlos. Es interesante como aquí Dios no se olvida del pecador. Dios, espera el arrepentimiento, y cuando resulta, no solo abraza al pecador, sino que lo premia como es el caso del mismísimo David, el primer hijo engendrado con Betsabé, muere, pero el segundo, Salomón, resulta siendo su sucesor.
Entonces, ¿bendito sea el pecado? No, bendito el Señor que redime, sana y levanta al pecador.
En esto consiste la pedagogía divina de la ironía, lo que esta mal visto, lo que está en contra de la ley, Dios, lo convierte en bien. No más hay que recordar la muerte de Jesús, muere como un falso rey y, de hecho, Jesús, es el Rey de reyes; Jesús, en la cruz no se salva a sí mismo, pudiendo bajar de la cruz con el poder que tiene, no lo hace, y, termina salvando a la humanidad entera.





[1] Cf. Gen 25, 29-34.
[2] Cf. Dt 25, 5-6: “Cuando dos hermanos habitan juntos y uno de ellos muere y no tiene hijo, la mujer del fallecido no se casará fuera de la familia con un extraño. El cuñado se allegará a ella y la tomará para sí como mujer, y cumplirá con ella su deber de cuñado. 6 Y será que el primogénito que ella dé a luz llevará el nombre de su hermano difunto, para que su nombre no sea borrado de Israel”.
[3] Cf. Lev 19, 29.
[4] Es sabido que en Israel las mujeres sin marido no tenían derecho a una tierra y menos a una casa, la posesión es propia de los hombres (Jos 13, 6-7.23.28)
[5] Cf. Otra versión del mismo acontecimiento en 2 Sa 12, 1-24.
[6] Cf. Eclo 34, 1-8; Dan 2, 1.
[7] Cf. Lev 20, 10; Dt 22, 22-24.
[8] Cf. Dt 24, 1.
[9] Es sabido que la genealogía de Mateo parte desde Abraham y llega hasta Jesús. En cambio Lc 23-38, de forma inversa parte de Jesús y retrocede hasta Adam, Hijo de Dios.