martes, 2 de febrero de 2010

Libros Poéticos y Sapienciales

CONTENIDOS BIBLIA II

1. LITERATURA SAPIENCIAL Y POÉTICA
a) NATURALEZA DE LOS LIBROS SAPIENCIALES Y POÉTICOS
Los libros sapienciales conforman un grupo de cinco libros de la Biblia: Jacob, Proverbios, Eclesiastés (Qohélet), Sirácides (Eclesiástico) y Sabiduría.
A estos son añadidos con bastante impropiedad los Salmos y el Cantar de los Cantares, precisamente por esto, se prefiere llamarlos poéticos.
Estos libros son expresión de una corriente de pensamiento que también se encuentra en otros libros del AT, como Tobías, Baruc.
La literatura sapiencial ha tenido expresiones muy ricas en todo el Oriente antiguo. A lo largo de toda su historia, Egipto, ha producido escritos sapienciales. En Mesopotamia, a partir de la época de los sumerios, se encuentran composiciones de proverbios, fábulas, poemas sobre el sufrimiento, como el del libro de Job.
La sabiduría mesopotámica penetró también en la tierra de Canaán: En Ras Shamra han sido encontrados textos sapienciales escritos en lengua acádica.
Del ambiente de lengua aramea proviene la Sabiduría de Ajikar, que es de origen asirio pero ha sido traducida más tarde en numerosas lenguas. Se trata ciertamente de una sabiduría internacional.
No se caracteriza por una particular preocupación religiosa, se desarrolla sobre todo en el sector profano.
Busca explicar el destino de los hombres, no a través de una reflexión filosófica de tipo griego, sino trayendo argumentos de la experiencia.
Se trata, entonces, del arte del bien vivir, a partir de una buena educación. Enseña al hombre a conformarse con el orden cósmico y quiere proporcionar el medio para ser felices y tener éxito en la vida.
Pero no siempre de hecho sucede así y las experiencias de errores justifican el tono pesimista de ciertas obras sapienciales, sea proveniente de Egipto o de Mesopotamia.
b) LA SABIDURÍA ISRAELITA Y ORIENTAL
Israel ha conocido y ha cogido este género sapiencial. El elogio más bello que la Biblia contiene es que la sabiduría de Salomón, superaba a aquella de los hijos de Oriente y aquella de Egipto (1Re 5, 9s -1Re 4,29s-)
Los sabios árabes e idumeos eran famosos (Jer 49, 7); Bar 3, 22-23; Abd 8).
Job y sus tres amigos sabios viven en Edom. El autor de Tobías conocía la sabiduría de Ajikar (14, 9s) y Prov 22, 17-23,11 es estrictamente dependiente de las máximas de Amenenope.
Hay salmos atribuidos a Hemán y Etán, sabios de Canáan (1 Re 5,11; Sal 88; 89). Los Proverbios contienen palabras de Agur (30, 1-14) y palabras de Lemuel (31, 1-9), ambos originarios de Massá, una tribu de Arabia Septentrional (Gen 25, 14).
Los israelitas conocieron esta sabiduría, y sus primeras obras sapienciales se asemejan mucho a las de sus vecinos: son preceptos de sabiduría humana.
Lo que diferencia a los israelitas es que consideran la sabiduría bajo el punto de vista de la religión Yahvista, con lo que le dan un valor religioso que se acentúa a medida que progresa la Revelación. El temor de Yahvé es el principio de la sabiduría (Prov 1, 7; 9,10, Eclo 1, 2-20; 19, 20; Job 28, 28)
Como en todo el antiguo oriente, también la sabiduría en el AT tiene rasgos contrapuestos. Por un lado, es una cualidad natural del hombre que se desarrolla por la educación y la experiencia, pero es a la par un atributo particular de los dioses, que se la reservan para sí cuidadosamente (Gen 2, 17; 3, 5.22; Ez 28, 1-6; Job 15, 8) y sólo por gracia la comunican a los hombres.
Gemser y Humber creen que la segunda idea es la más antigua y que la primera, que aparece sobre todo en los libros sapienciales, es evolución de la segunda. Sin embargo, ambas ideas parecen ser contemporáneas en el AT y andan juntas.
La primera, que se basa en el sentido común y en la experiencia, se desarrolló primeramente en ambientes aristocráticos y luego en las escuelas de los escribas; esta sabiduría es sobre todo racional y práctica.
La segunda nació de la fe en uno o varios dioses que poseen esta sabiduría como atributo, y en el AT testamento aparece por primera vez en los profetas y en las narraciones populares; esta sabiduría es un poder más o menos misterioso concebido como semejante al espíritu, con quien a menudo se la pone en paralelo, que procede de Dios.
Sólo en los libros sapienciales mas recientes se entremezclan (Prov 1-9; Job; Ecl; Sab)
La sabiduría en Israel se concibe sobre todo de modo práctico; es la experiencia de la vida (Prov 21, 20; 23, 19; 24, 14)
Muy a menudo se la presenta sin relación con la moral: es sabio el artífice hábil (Ex 28, 3; 31, 3; 1Re 7,14; Is 40,20; Ez 27, 8), el consejero experimentado y prudente (2Sam 13, 3; 14,2; 20,16), el viejo inteligente (Job 8,8; 12, 12; 15,10), el erudito que conoce el arte de leer y escribir y maneja la ley (Jer 2, 8; 8,8ss.
En la época post monárquica no desaparecen los sabios, son los escribas de la Ley, que investigan y exponen la Escritura (Eclo 39, 1.2.8).
La sabiduría es principalmente razón práctica, inteligencia, previsión, prudencia; es un arte de vida que procura asegurar o salvar la dicha de vivir (Prov 14, 15s.29; 22,3)
Para transmitir su enseñanza, los sabios recurren con frecuencia al proverbio o refrán, que suele presentar dos formas distintas: la amonestación y la sentencia.
Esta última describe brevemente un hecho de experiencia, algo que todo el mundo puede comprobar. Tales sentencias hacen ver las cosas como son, sin pronunciar ningún juicio moral (Prov Job 28, 20-21; Prov 10, 12; Cant 8,7)
Las amonestaciones, en cambio, advierten a los discípulos sobre el camino que deben seguir, y es fácil reconocerlas porque los consejos y exhortaciones se expresan con verbos en imperativo (Prov 19,18; 20, 13; Qo 7, 21)
c) EL GÉNERO POÉTICO
Lo mismo que en otras literaturas contiene la expresión de vivencias, de sentimientos, despertados por la contemplación de la realidad. Se trata de una poesía religiosa o, al menos interpretada como tal.
La intención del género poético en la Biblia es expresar el dolor, amor, alabanza, confianza, la petición y todo sentimiento humano en diálogo con Dios.
El género poético se encuentra sobre todo en libro de los Salmos. El cantar de los cantares, por su lado, presenta una serie de poemas del amor mutuo de una Amada y de un Amado.
A partir de Gunkel y hasta el trabajo de H. J. Krauss , la clasificación literaria de los Salmos ha alcanzado cierta estabilidad.
L. Sabourin propone lo siguiente:
I. Himnos: Distinguiendo entre himnos propiamente dichos, salmos del Reino de Yahvé, Cánticos de Sión.
II. Salmos individuales: divididos en Salmos de súplica, salmos de confianza y salmos de acción de gracias.
III. Salmos colectivos: que asimismo se dividen en salmos de súplica, salmo de confianza y salmos de acción de gracias.
IV. Salmos Reales.
V. Salmos Didácticos: divididos en salmos sapienciales, salmos históricos, exhortaciones proféticas, liturgias.
Ahora, a continuación, se va a ver algunos datos acerca de cada uno de los libros sapienciales y poéticos.
d) Libros Sapienciales
1. JOB
La obra maestra literaria del movimiento de Sabiduría es el libro de Job. Comienza con una narración en prosa que presenta al personaje principal de este drama: Job, que es un héroe de los viejos tiempos (Ez 14, 20) y que se supone vivió en la época patriarcal, en los confines de Arabia y Edom –región célebre por sus sabios- y de donde proceden también sus amigos. La tradición le consideraba como un gran justo (cf. Ez 14) que se había mantenido fiel a Dios en una prueba excepcional.
El autor se ha servido de esta vieja historia para encuadrar su libro y plantear el problema sapiencial de la retribución y el sufrimiento del justo, tema que ocupa la parte central del libro, escrita en verso y en forma de diálogo.
El libro termina con un epílogo en prosa: Yahveh censura a los tres interlocutores de Job y a éste le devuelve hijos e hijas y sus bienes doblados.
Para la doctrina corriente de la retribución terrena el planteamiento del caso de Job sería una paradoja irreal: el hombre recibe aquí abajo el premio o el castigo de sus obras.
En el plano colectivo la norma está claramente propuesta por los grandes textos de Dt 28 y Lv 26; los libros de los Jueces y los Reyes muestran cómo se aplica el principio a lo largo de la historia y la predicación profética la supone constantemente. La noción de la responsabilidad individual, latente ya y en ocasiones expresada (Dt 24, 16; Jr 31, 29-30; 2Re 14, 6) está claramente expuesta por Ez 18.
Mas si cada uno ha de ser tratado conforme a sus obras, ¿cómo es posible que sufra un justo? Ahora bien, hay justos que sufren, y cruelmente; testigo, Job. El lector sabe ya, por el prólogo, que los males de aquél vienen de Satán y no de Dios, y que tratan de probar su fidelidad. Pero Job no lo sabe, ni tampoco sus amigos. Éstos dan las respuestas tradicionales: la felicidad de los malos es de breve duración, el infortunio de los justos prueba si virtud, o bien la pena es castigo de faltas cometidas por ignorancia o debilidad. A medida que el diálogo avanza, los gritos de dolor de Job y sus arrebatos contra Dios llevan a los amigos de Job a admitir en él un estado de injusticia mucho más profundo: los males que Job padece no pueden explicarse más que como castigo de pecados graves.
Contra esta rigurosa correlación se alza Job con toda la fuerza de su inocencia. No niega la retribución terrena; la espera, y Dios se la concede finalmente en el epílogo. Mas para él resulta un escándalo el que le sea negada al presente, y en vano busca el significado de su prueba. Lucha desesperadamente para encontrar a Dios que se le oculta y quien sigue creyendo bueno. Y cuando Dios interviene, lo hace para revelar la trascendencia de su ser y de sus designios y para reducir al silencio a Job.
Esta es la lección religiosa del libro: el hombre debe persistir en la fe incluso cuando su espíritu no encuentra sosiego. En aquella etapa de la Revelación, el autor del libro de Job no podía avanzar más. Para esclarecer el misterio del dolor inocente, era necesario esperar hasta que llegase la seguridad de las sanciones de ultratumba y se conociese el valor del sufrimiento de los hombres unido al sufrimiento de Cristo.

2. PROVERBIOS
El libro de los Proverbios es el más típico de la literatura sapiencial de Israel. Se formó en torno a dos colecciones: la de 10-22, 16, titulada “Proverbios de Salomón”, y de 25-29 que comienza: “También éstos son proverbios de Salomón, transcritos por los hombres de Ezequías”. A estas dos partes se añadieron algunos apéndices. Este conjunto está precedido por una larga introducción, 1-9, en la que un padre hace a su hijo recomendaciones de sabiduría y la misma Sabiduría toma la palabra. El libro concluye con un poema alfabético, que ensalza a la mujer perfecta, 31, 10-31.
Se puede datar confiadamente antes del Destierro toda la parte central del libro, los caps. 10-29; la fecha de los caps. 30-31 es dudosa. En cuanto al prólogo, 1-9, seguramente es posterior, probablemente se compuso en el siglo V a. C. Y éste parece haber sido también el momento en que la obra adquirió su forma definitiva.
Como el libro representa varios siglos de reflexión de los sabios, se ve en él un progreso doctrinal. En las dos antiguas colecciones predomina un tono de la sabiduría humana y profana que desconcierta al lector cristiano. Se trata de la exposición de una teología práctica: Dios premia la verdad, la caridad, la pureza de corazón y castiga los vicios opuestos. La fuente y el resumen de todas estas virtudes es la sabiduría, que es temor de Yahveh (15, 16.33; 16, 6; 22, 4), y sólo en Yahveh se ha de confiar (20, 22; 29, 25).
La primera parte ofrece idénticos consejos de sabiduría humana y religiosa: insiste en faltas que los antiguos sabios silenciaban; el adulterio y las relaciones sexuales con la mujer ajena (2, 16s; 5, 2s, 15s).
El epílogo manifiesta igualmente un mayor respeto por la mujer. Y sobre todo, el prólogo da, por primera vez, una enseñanza ordenada sobre la sabiduría, su valor, su papel de guía y de moderador de las acciones. La Sabiduría misma toma la palabra, hace su propio elogio y define su relación con Dios, en quien está desde la eternidad y a quien asistió cuando creó el mundo (8, 22-31). Es el primero de los textos sobre la Sabiduría personificada.

3. ECLESIASTÉS
Este pequeño libro se titula “Palabras de Cohelet, Hijo de David, rey en Jerusalén”. La palabra “Cohelet” (“Qohelet”) es un nombre común de oficio y designa al que habla en la asamblea. Se llama “hijo de David y rey de Jerusalén” (1, 12), y aunque no aparezca escrito el nombre, ciertamente se le identifica con Salomón. Pero esta atribución es mera ficción literaria del autor –probablemente un judío de Palestina que escribió su libro en el siglo III a.C.
El lenguaje del libro y su doctrina impiden, sin embargo, situar la obra antes del Destierro. Como otros libros sapienciales, el pensamiento fluctúa, se rectifica y se corrige. No hay un pan definido, sino que se trata de variaciones sobre un tema único, la vanidad de las cosas humanas, que se afirma al Comienzo y al Fin del libro (1, 2; 12, 8).
Todo es falaz: la ciencia, la riqueza, el amor y hasta la misma vida. Ésta no es más que una serie de actos incoherentes y sin importancia 3, 1-11, que concluye con la vejez, 12, 1-7, y con la muerte, que afecta igualmente a sabios, ricos y pobres, animales y hombres (3, 14-20).

4. ECLESIÁSTICO
Es un libro que pertenece al grupo de los libros deuterocanónicos, aunque fue compuesto en Hebreo, cuyo texto íntegro no se ha conservado. La Iglesia lo reconoce como canónico el texto griego, conservado en su integridad, y sobre él se ha hecho la traducción que está en la Biblia.
En griego se llamaba “Sabiduría de Jesús Ben Sirá”. Los modernos le llaman Ben Sirá o Sirácida. El nieto del autor explica en el prólogo (vv. 1-34) que tradujo el libro cuando vino a residir a Egipto el año 38 del Rey Evergetes (Tolomeo VII Evergetes), es decir el 132 a.C. Su abuelo, Ben Sirá, vivió, pues, y escribió hacia el 190-180.

5. SABIDURÍA
El Libro de la Sabiduría forma parte de los libros deuterocanónicos. En la primera parte muestra el papel de la sabiduría en el destino del hombre y compara la suerte de los justos y de los impíos en el curso de la vida y después de la muerte (1-5). La segunda parte (6-9) expone el origen y la naturaleza de la Sabiduría y de los medios de adquirirla. La última parte (10-19) ensalza la acción de la sabiduría y de Dios en la historia del pueblo elegido; una larga digresión (13-15) contiene una severa crítica a la idolatría.
Se supone que el Autor es Salomón. Pero se trata de un evidente artificio literario, que pone este escrito de sabiduría bajo el nombre del sabio más grande de Israel. En efecto, el libro ha sido escrito todo él en griego.
El autor es ciertamente un judío helenizado, que vive en Alejandría, capital del helenismo bajo los Tolomeos e importante ciudad judía de la Dispersión. Escribe para sus compatriotas, pero también tiene presente a lectores paganos a quienes quiere llevar a Dios, que ama a todos los hombres. El libro ha podido ser escrito en la segunda mitad del siglo I a.C. es el más reciente de los libros del AT.
e) Libros Poéticos
1. SALMOS
Israel cultivó desde sus orígenes la poesía lírica en todas sus formas. Algunos poemas que se hallan dentro de los libros históricos (Ex 15; Nm 21, 17-18; etc.) pertenecían a antiguas colecciones que se han perdido (cf. Nm 21, 14; Jos 10, 13; 2Sa 1, 18). Pero el tesoro de la lírica religiosa de Israel se ha conservado en el Salterio, que es la colección de 150 Salmos.
El Salterio es el resumen de varios siglos de actividad poética. Unos salmos se remontan a la época monárquica y se atribuyen, en parte, a David (cf. 2 Sa 23, 1), otros fueron compuestos durante el Destierro. El periodo posterior fue fecundo en composiciones sálmicas.
Las diversas colecciones parciales de salmos que coexistieron en un principio se reunieron en un solo volumen que se dividió en cinco libros, a imitación del Pentateuco, separadas entre sí por breves doxologías (41, 14; 72, 18-20; 89, 52; 106, 48). El Sal 150 es una larga doxología que cierra el Salterio.
Los salmos fueron la oración del AT, en la que el mismo Dios inspiró los sentimientos que sus hijos deben albergar con respecto a él y las palabras de que deben servirse al dirigirse a él. Los recitaron Jesús, la Virgen María, los Apóstoles y los primeros mártires.
La iglesia cristiana ha hecho de ellos, sin cambiarlos, su oración oficial. Esos gritos de alabanza, de súplica o de acción de gracias, arrancados a los salmistas en las circunstancias de su época y de su experiencia personal tienen un eco universal, porque expresan la actitud que todo hombre debe adoptar ante Dios.
En la Nueva Alianza, las viejas súplicas se hacen más ardientes una vez que la Cena, la Cruz y la Resurrección han enseñado al hombre el amor infinito de Dios, la universalidad y la gravedad del pecado, la gloria prometida a los justos. Las esperanzas cantadas por los salmistas se realizan: el Mesías ha venido y reina, y todas las naciones son llamadas para que le alaben.

2. CANTAR DE LOS CANTARES
El Cantar de los Cantares, o el Cantar por excelencia, enaltece en una serie de poemas el amor mutuo de un Amado y una Amada. Al primero se le llama “Rey” y “Salomón”, y a la segunda “la Sulamita”, nombre en el que se ha querido ver el nombre de Salomón o el de la Sunamita de 1 Re 1, 3; 2, 21-22, Este libro también se atribuyó a Salomón, de ahí su título (1,1).
El Cantar que no habla de Dios y que usa un lenguaje de amor apasionado, ha resultado chocante y ha recibido las interpretaciones más dispares.
Hoy, dejadas ya casi de lado las teorías cultual y alegórica, la mayoría de los exegetas católicos prefieren la interpretación literal del mismo, reanudando la tradición antigua.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

1. BIBLIA DE JERUSALEN, Desclée De Brouwer, Bilbao, 1976.
2. CEPEDAL ROMÁN, Tirso, Curso de Biblia. Claves para leer el Libro Sagrado, El Perpetuo Socorro, Madrid, 1997.
3. MANNUCCI, Valerio, La Biblia Como Palabra de Dios. Introducción General a la Sagrada Escritura, Desclée De Brouwer, Bilbao, 1997.

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