lunes, 9 de febrero de 2009

Educación en Valores según Aparecida

Era pasado el medio día y llegué a visitar el tercer colegio en uno de los arenales de San Juan de Miraflores. La puerta estaba abierta, los alumnos de primaria estaban de salida. Entré sin más a buscar a algún directivo para pedir permiso antes de visitar a la profesora de religión.
En un extremo de los pabellones se veía a dos alumnos sentados en el suelo con las espaldas arrimadas en la pared de una de las aulas. En aquella aula se encontraba la profesora encargada en ausencia del Director del colegio.
Me acerqué saludé a aquellos alumnos y en seguida solicité a una alumna de dentro del aula que me comunicara con la profesora. La profesora vino en el acto. Otorgado el permiso que buscaba, cuando estaba para dirigirme al aula de la profesora de religión, una alumna me preguntó si yo era el psicólogo. Le dije que no, pero que podía ayudarla si deseaba.
De pronto los rostros desganados de aquellos dos alumnos se encendieron y a coro me pidieron que también les ayudara.
En qué puedo ayudarles les dije. En no desaprobar el año me respondieron a coro.
Al instante comprendí que la razón de estar sentados en el suelo y arrimados a la pared era que esos dos alumnos habían sido expulsados de la clase.
Ese es más o menos el panorama en los colegios de Lima Sur y muy probablemente en el resto del país.
Equivocadamente, los profesores creemos que el alumno problemático es debido a una mala educación familiar, o a que no tiene horizontes.
En realidad, desde mi punto de vista, eso es apenas la punta del iceberg. El alumno problemático es producto de una situación social y familiar de donde proviene[1]. La familia[2], la sociedad[3], la política[4], la economía[5], la educación está en emergencia[6]. Detrás del alumno, como debajo de la punta del iceberg, hay una realidad muy compleja, con muchas conexiones, con muchas deficiencias, con muchos y nutridos problemas.
Hay una tal crisis de valores que necesita ser iluminada y alimentada por el pan de la Palabra. La familia por lo general está desintegrada y respira un mundo de violencia. La política persigue intereses mezquinos de grupo con el resto que no participa de determinada ideología; hay grupos políticos enfrentados entre sí y no pueden trabajar por un proyecto común beneficioso para el país. La economía por estar globalizada[7] y traspasada por una economía liberal[8], se vuelve voraz con los más pobres y se alimenta de ellos, por su falta de equidad, va en contra de los bienes naturales de nuestros pueblos[9]. La educación aquejada de bajos presupuestos, con profesores que forman parte de los grandes cinturones de pobreza de la sociedad, pluriempleados y poco capacitados producen una educación de baja calidad[10].
Tengo en mi mente la escena del Buen Samaritano[11]. Un hombre golpeado y dejado medio muerto. Bajaban por aquel camino un sacerdote y un levita, lo vieron y ambos pasaron por el otro lado del camino. Sin embargo, pasó por ahí un samaritano, alguien que era considerado un pecador, enemigo de lo judíos, tuvo compasión de aquel hombre, lo curó, lo puso sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó.
El samaritano pagó al posadero y prometió pagarle los demás gastos a su regreso.
Este es el verdadero rostro de la solidaridad, de la empatía, de la bondad, la tolerancia y el amor. Todo en un solo hombre.
Al otro lado de la orilla del camino se encuentra el rostro de la falta de solidaridad, de la indiferencia y el desamor. Tanto el sacerdote como el levita esquivan a aquel hombre malherido. Seguramente evitan ayudar a aquel hombre caído para no incurrir en la impureza[12]. Tal vez estos sacerdotes de la Antigua Alianza no estaban suficientemente motivados a través de la oración para buscar el rostro y la voluntad de Dios en los que más sufren, en el indefenso.
El samaritano nos enseña el imperativo de hacernos prójimos, especialmente con el que sufre y nos empuja a generar una sociedad sin excluidos, siguiendo la práctica de Jesús que come con publicanos y pecadores[13].
La pedagogía del Divino Maestro detrás de la parábola del que supo ser prójimo, es la de aquel que va al encuentro del que necesita.
En la carta de autorización para la publicación de las conclusiones de la V Conferencia Episcopal Latinoamericana y del Caribe, su Santidad Benedicto XVI invita a que caminando desde Cristo se busque su rostro[14], y por otro lado, el mismo Documento, invita a ir al encuentro de los hombres y mujeres que no conocen a Cristo y presentarles el rostro humano de Cristo, el Dios cercano a los pobres y a los que sufren, el Dios del amor hasta la Cruz[15]. Qué mejor rostro podemos mostrar sino el de Cristo solidario[16], el rostro de la acogida[17].
Para terminar con esta brevísima reflexión, hay que recoger unas líneas de lo que se dice acerca de la Escuela Católica. En primer lugar se nos dice que América Latina y el Caribe viven una particular emergencia educativa.
En segundo lugar, la V Conferencia, afirma que las reformas educacionales buscando responder a las exigencias de la globalización, aparecen centradas en la adquisición de conocimientos y habilidades, y conciben la educación en función de la producción, la competitividad y el mercado. Olvidan estimular el desarrollo de los mejores valores en los jóvenes y su espíritu religioso. No se les enseña a superar la violencia y acercarse a la felicidad para tener constructores solidarios de la paz y del futuro de la sociedad[18].
Lo que se propone es involucrar a los padres de familia en una educación de calidad en la que se promocione la formación y la educación integral, asimilando sistemática y críticamente la cultura, sobre todo confrontando e insertando los valores perennes en el contexto actual. Sin dar la espalda a los problemas actuales[19].
Y que los valores tengan como fundamento y término a Cristo; una verdadera educación cristiana, si no puede hablar de Cristo, corre el riesgo de no ser cristiana[20].
Que la atención al hambre de afecto y de amor de los niños, adolescentes y jóvenes, como la de aquel hombre medio muerto en el camino, no sea postergada por una disciplina fría y carente de propuestas educativas dinámicas, llenas de afecto y atención para cada uno de los discípulos, sean malos o buenos.
[1] Cf. V. Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Nº 539
[2] Ibid, Nº 5.
[3] Ibid, Nº 36-37. 77-78.96.
[4] Ibid, Nº 74-82.
[5] Ibid. Nº 61-62.
[6] Ibid, Nº 328.
[7] Ibid, Nº 2. 61
[8] Ibid, Nº 2.
[9] Ibid, Nº 13.
[10] Ibid, Nº 65.
[11] Cf. Lc 10, 30-37.
[12] Cf. Nm 19, 11.13; Lev 21, 1-4. 10-11.
[13] Cf. V. Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, 135.
[14] Cf. Su Santidad Benedicto XVI, Carta de autorización para la publicación del Documento Conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (29 Jun 2007).
[15] Cf. Discurso Inaugural de su Santidad Benedicto XVI, Nº 1.3.4, del 13 de Mayo del 2007.
[16] V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Nº 32.
[17] Ibid, Nº 188. 257.
[18] Ibid, 328.
[19] Ibid, 329.
[20] Ibid, 332.

1 comentario:

  1. Educar en valores es una actitud permanente, no una educación para lucirse.

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